Una nueva propuesta, conocida como BIP-444, ha encendido una de las disputas más tensas dentro del ecosistema desde la era del scaling war. Su objetivo: restringir el tipo de datos que pueden almacenarse en la blockchain. Sus críticos advierten que podría detonar un nuevo fork en 2026.
El origen del conflicto
Todo comenzó tras la actualización Bitcoin Core 30.0, que amplió el límite del campo OP_RETURN de 80 a 100.000 bytes, permitiendo incluir textos, imágenes y firmas digitales dentro de las transacciones. Esta expansión, pensada para casos como timestamping, verificación documental y autenticación descentralizada, fue vista por muchos como una evolución natural de la red.
Sin embargo, para Luke Dashjr, desarrollador veterano de Bitcoin y promotor del BIP-444, esa actualización abre la puerta a un problema legal de gran escala. Según su visión, al permitir almacenar archivos arbitrarios, la blockchain podría ser usada para subir material ilegal, dejando expuestos a los operadores de nodos completos quienes conservan una copia íntegra de la cadena a posibles sanciones o responsabilidades judiciales.
El texto del BIP-444 advierte que esto “permite a un actor malicioso minar una transacción con contenido universalmente repudiado y atribuirle al sistema su distribución”, lo que pondría en riesgo la reputación y la viabilidad de la red.
El regreso de la censura en nombre de la neutralidad
La propuesta plantea un soft fork temporal de un año, reduciendo el tamaño máximo de OP_RETURN a 83 bytes, limitando OP_PUSHDATA a 256 bytes y restringiendo ScriptPubKeys a 34 bytes. La intención sería ganar tiempo mientras los desarrolladores definen reglas más flexibles que mantengan la neutralidad legal de Bitcoin.
Pero las alarmas se encendieron por el tono del documento. En uno de sus pasajes, sugiere que rechazar el cambio podría tener “consecuencias morales y legales” y que los disidentes “acabarían bifurcándose hacia un altcoin como Bcash”. Para una red que se enorgullece de su consenso voluntario, las palabras sonaron más a advertencia que a debate.
Una comunidad dividida
El rechazo no tardó. El criptógrafo canadiense Peter Todd desafió la lógica del BIP-444 creando una transacción de prueba que incluía el texto completo de la propuesta, demostrando que incluso bajo las nuevas reglas podría almacenarse contenido arbitrario.
Por su parte, Alex Thorn, jefe de investigación de Galaxy Digital, calificó la iniciativa como “un ataque a Bitcoin” y “una idea increíblemente estúpida”.
El equipo de BitMEX Research fue aún más lejos al afirmar que el BIP-444 “podría incentivar los abusos que intenta prevenir”, ya que un atacante podría introducir material ilegal en la cadena para forzar reorganizaciones y ejecutar ataques de doble gasto.
Pese a la controversia, Dashjr insiste en que “no existen objeciones técnicas” al plan, y que al tratarse de una User-Activated Soft Fork (UASF), su adopción dependería de los usuarios, no de los mineros. Según él, solo habría división de cadena si los mineros “decidieran defender contenido ilegal”, dando lugar a lo que denominó irónicamente “CSAMchain”.
¿Qué está realmente en juego?
Por ahora, el impacto práctico es limitado. Apenas el 6,5 % de los nodos ha actualizado a la versión 30.0, según datos de Bitnodes, lo que indica que la mayoría de operadores observa la disputa desde la distancia. En los mercados, Bitcoin se ha mantenido relativamente estable entre 104.000 y 116.000 USD, con las variaciones más atribuibles a la tensión comercial entre EE. UU. y China que a la polémica técnica.
Pero el debate trasciende el precio. Lo que se discute es el futuro filosófico y legal de Bitcoin: si debe seguir siendo una red neutral que no discrimina el contenido, o si necesita blindarse ante riesgos regulatorios y reputacionales. En un entorno donde las blockchains se usan cada vez más como almacenes permanentes de datos, la frontera entre libertad y responsabilidad se vuelve difusa.
Un dilema que redefine la gobernanza de Bitcoin
El BIP-444 podría convertirse en la primera modificación de consenso de peso desde Taproot (2021). Más allá de si se aprueba o no, marca un punto de inflexión en la historia de la red.
Bitcoin nació con la promesa de ser inalterable, neutral y resistente a la censura, pero el crecimiento de sus usos y los riesgos que conllevan ponen a prueba esos principios.
Mientras algunos defienden su pureza ideológica, otros buscan adaptar el protocolo a un mundo más vigilado. Y en esa tensión, Bitcoin enfrenta una nueva prueba: demostrar que puede evolucionar sin traicionar su esencia.


