Bitcoin (BTC) se encamina a cerrar 2025 con métricas que, en otro contexto, habrían sido interpretadas como claramente alcistas. Más de 112.000 millones de dólares están actualmente bloqueados en ETF spot en Estados Unidos, las reservas en exchanges cayeron a un mínimo histórico de 2,751 millones de BTC y el interés abierto en futuros perpetuos ronda los 30.000 millones de dólares. Sin embargo, lejos de traducirse en una ruptura alcista sostenida, el precio permanece atrapado en un rango estrecho, oscilando entre los 81.000 y los 93.000 dólares.
La desconexión entre los datos estructurales y la acción del precio define lo que analistas describen como una fase de estancamiento estructural. En este régimen, el capital existe y la infraestructura está desarrollada, pero la liquidez no fluye de forma eficiente. El resultado es un mercado con narrativas optimistas, volatilidad contenida y una incapacidad persistente para construir convicción direccional.
Una señal clara de esta fragilidad emergió el 17 de diciembre, cuando Bitcoin liquidó posiciones cortas por unos 120 millones de dólares y posiciones largas por cerca de 200 millones en cuestión de horas. El movimiento no estuvo impulsado por un exceso de apalancamiento, sino por la incapacidad de los libros de órdenes para absorber flujos de ida y vuelta sin provocar fuertes oscilaciones de precio.
En apariencia, la profundidad spot en los principales exchanges centralizados parece razonable. La mediana de profundidad del libro de órdenes de BTC se sitúa entre 20 y 25 millones de dólares por lado dentro de un rango de ±100 dólares respecto al precio medio. Binance concentra alrededor del 32% de esa liquidez, con unos 8 millones de dólares en bids y asks, seguido por Bitget y OKX. Sin embargo, al reducir el rango a ±10 dólares, solo Binance supera el millón de dólares por lado, mientras que plataformas como Kraken y Coinbase se mantienen mucho más abajo.
Este nivel de profundidad puede ser suficiente para operaciones institucionales moderadas, pero resulta insuficiente si un fondo mediano decide rebalancear posiciones o si un evento macroeconómico desencadena ventas simultáneas en múltiples plataformas. En esos escenarios, el impacto en precio se vuelve desproporcionado.
La situación se agrava fuera de los principales activos. Si bien Bitcoin, Ethereum, XRP y Solana han recuperado niveles de liquidez cercanos a los previos al colapso de FTX, más de la mitad de los 50 tokens con mayor capitalización no logran generar volúmenes diarios promedio significativos. Esto revela un ecosistema con arquitectura reconstruida, pero con capacidad limitada para escalar liquidez real.
Otro factor clave es el debilitamiento de los flujos entre exchanges. Históricamente, las bajas reservas en plataformas se interpretaban como una señal alcista, ya que implicaban menor oferta disponible para la venta. Sin embargo, esa lógica se rompe cuando los activos dejan de circular entre exchanges. La reducción sostenida del flujo inter-exchange indica menor actividad de arbitraje y market making, lo que adelgaza el libro agregado y vuelve al precio más sensible incluso a órdenes pequeñas.
Paradójicamente, mientras la mayoría de los exchanges registran salidas netas de BTC, Binance concentra entradas, centralizando el inventario negociable en el principal punto de descubrimiento de precios. Esto diluye el efecto positivo de las bajas reservas y convierte la escasez en una fuente de fragilidad más que de fortaleza.
En el mercado de derivados, el ajuste ya ocurrió, pero sin generar una nueva tendencia. El interés abierto en futuros perpetuos se redujo casi un 50% desde los máximos del ciclo, mientras que las tasas de financiamiento permanecen cercanas a neutral. El mercado no está dispuesto a pagar por exposición alcista ni bajista, señal de que los operadores han reducido riesgo sin volver a apalancarse.
Las opciones refuerzan esta dinámica. Una parte significativa del suministro de BTC permanece “bajo el agua” entre los 93.000 y los 120.000 dólares, creando una pared de oferta latente. Este factor, combinado con grandes vencimientos de opciones, contribuye a fijar el precio dentro del rango actual y a suprimir la volatilidad.
Los ETF spot, por su parte, ya no actúan como un motor direccional confiable. Aunque concentran alrededor del 6,5% del suministro total de Bitcoin, sus flujos diarios se volvieron erráticos y sensibles a datos macroeconómicos como tasas de interés y política monetaria. Grandes entradas y salidas en días consecutivos demuestran que el canal ETF amplifica el sentimiento intradiario, pero no garantiza una tendencia sostenida.
De cara al primer semestre de 2026, el panorama apunta a una continuidad de este régimen, salvo que se produzca un catalizador externo significativo. La liquidez existe, pero está fragmentada. La infraestructura es de grado institucional, pero no está preparada para absorber grandes flujos coordinados. El capital es abundante, pero permanece inmóvil.
Eso es el estancamiento estructural: Bitcoin no está roto ni en tendencia bajista, pero tampoco logra avanzar. Permanece contenido por sus propios límites internos, a la espera de un shock —macroeconómico, regulatorio o financiero— que fuerce el próximo movimiento decisivo.

