Ese es el nuevo y desconcertante dilema del ecosistema: una red más fuerte que nunca, sostenida por un sector minero que atraviesa su etapa económica más difícil desde el halving.
Bitcoin entró formalmente en la era del zettahash, consolidando un hashrate agregado superior a 1 ZH/s, un hito de seguridad sin precedentes. Pero, al mismo tiempo, el hashprice —el ingreso diario por unidad de computo— cayó cerca de un 50%, hundiéndose hasta los $34,2 por PH/s/día, un mínimo histórico que amenaza la supervivencia de miles de operadores.
Las imágenes compartidas por NiceHash, Auradine y BitcoinMiningStocks.io no solo ilustran la situación: muestran una industria fragmentada entre grandes operadores bien capitalizados y pequeños mineros que operan al borde de la capitulación.
La dificultad baja, el hashrate se mantiene: una contradicción que revela quiénes están saliendo del mercado
Según datos de Cloverpool, la dificultad minera cayó 2% en el ajuste del 27 de noviembre, su segundo retroceso mensual consecutivo. Sin embargo, los tiempos de bloque siguen notablemente cercanos a los diez minutos, señal de que el hashrate permanece prácticamente intacto.
Esa resiliencia, sin embargo, no proviene de una industria saludable. Proviene de un cambio drástico en su composición.
Mineros pequeños y medianos están apagando equipos por falta de rentabilidad.
Grandes operadores institucionales mantienen o expanden capacidad gracias a contratos de energía a largo plazo, infraestructura propia o ubicaciones con subsidios o energía fuera de red.
El resultado: el hashrate se mantiene artificialmente alto aunque miles de máquinas ya no sean viables.
El hashprice se desploma a niveles críticos: 30 J/TH marca la frontera entre sobrevivir y apagar las máquinas
En la tabla de break-even compartida deja claro: máquinas con eficiencias peores a 30 J/TH solo pueden operar con costos eléctricos inferiores a $0,05/kWh si incluyen costos operativos completos como:
Alquiler,
Mantenimiento,
Mano de obra,
Enfriamiento y administración.
En palabras de Nico Smid, fundador de Digital Mining Solutions:
“Las flotas por encima de 30 J/TH requieren electricidad extremadamente barata para no operar en pérdida.”
Esa realidad está provocando que:
Miles de ASIC de generaciones antiguas estén siendo apagados, liquidados o revendidos.
Los equipos más modernos absorban cuota de mercado sin incrementar el hashrate total.
El mapa global de minería se reconfigure, especialmente en regiones con energía flexible.
Tether, por ejemplo, suspendió su operación en Uruguay por incertidumbre tarifaria. Si una empresa de ese tamaño no pudo asegurar energía barata, los mineros pequeños enfrentan un escenario todavía más adverso.
Consolidación silenciosa: más seguridad en el protocolo, menos diversidad en la base minera
Lo que parece fortaleza es, en realidad, concentración.
La dificultad cae, pero el hashrate no:
Los operadores débiles salen,
Los fuertes absorben capacidad,
El protocolo mantiene su fortaleza,
pero el sector se vuelve más dependiente de menos actores.
Esto implica riesgos:
Más exposición a eventos climáticos o fallos regionales.
Mayor poder de negociación para grandes players energéticos.
Menos descentralización operativa, aunque el consenso permanezca intacto.
En paralelo, las empresas mineras listadas en bolsa sufrieron un recorte de casi $30.000 millones en capitalización, como muestra el gráfico: de un pico cercano a $87.000 millones, cayeron hasta $55.000 millones, con un rebote parcial hacia $65.000 millones.
Geopolítica: el retorno silencioso de China y su “capacidad zombi”
A pesar de la prohibición de 2021, China vuelve a representar alrededor del 14% del hashrate global.
Estas operaciones —en su mayoría clandestinas, intermitentes o vinculadas a energía excedentaria—:
No pagan tarifas premium,
No están sujetas a transparencia,
Pueden desconectarse y reconectarse según conveniencia,
Mantienen una presión permanente sobre los mineros regulados de Occidente.
Esta “capacidad zombi” funciona como un impuesto estructural para quienes sí cumplen regulaciones, reportan costos o tienen estructuras corporativas más rígidas.
Los mineros se reconvierten: de operadores de Bitcoin a centros de datos energéticamente intensivos
El deterioro del hashprice obligó a muchas empresas a replantear su modelo:
Alianzas con clientes de high performance computing (HPC).
Contratos estables con empresas de IA.
Infraestructura compartida para garantizar flujo de caja.
Esto introduce una paradoja:
Garantiza ingresos más estables,
Pero desvía energía hacia actividades no relacionadas directamente con Bitcoin,
Y deja la minería como el “consumidor flexible” que absorbe picos y valles del mercado energético.
Los tres indicadores que el sector vigila ahora mismo
1. Dificultad minera
Caídas continuas confirmarían cierres masivos; un repunte fuerte indicaría reactivación de equipos apagados.
2. Comisiones por transacción
Picos sostenidos de inscripciones o congestión podrían rescatar temporalmente los ingresos.
3. Política energética y regulatoria
Cualquier restricción en energía, exportación de chips o permisos de conexión puede alterar la economía minera de forma instantánea.
Un sector al límite, una red más segura que nunca
A nivel protocolar, Bitcoin vive su momento de mayor fortaleza:
Hashrate récord
Dificultad ajustándose sin desviaciones severas
Seguridad garantizada en el largo plazo
Pero debajo de esa superficie, el sector minero enfrenta su mayor reorganización desde 2020.
La red está más fuerte.
El negocio, más frágil.
Y la resiliencia proviene de un número cada vez menor de jugadores capaces de sostener el peso del zettahash age.

