Esa es la pregunta que empieza a responder el nuevo encaje entre DTCC y JPMorgan, dos piezas centrales de la infraestructura financiera tradicional que ahora avanzan —con cautela— hacia un modelo on-chain, pero con una condición clave: todo debe poder deshacerse si algo sale mal.
Lejos de la narrativa maximalista de “todo en blockchain”, lo que está tomando forma es un cronograma operativo realista, donde la tokenización se adapta a la regulación existente y no al revés.
La fricción invisible: el problema real del settlement
Cada vez que un inversor compra una acción, asume que la propiedad cambia de manos de inmediato. En la práctica, no es así. El settlement —la fase en la que el efectivo del comprador y el activo del vendedor se intercambian definitivamente— sigue siendo un proceso lento, fragmentado y lleno de intermediarios.
Los mercados aún pierden horas esperando que libros contables coincidan, que el efectivo llegue a la cuenta correcta o que el colateral sea validado. La promesa de la tokenización siempre fue reducir ese “tiempo muerto”, pero chocó con una pregunta estructural:
¿cómo encaja una representación on-chain con los libros oficiales del sistema financiero?
DTCC: tokens sí, pero con libros tradicionales
La Depository Trust & Clearing Corporation es la columna vertebral del post-trade en Estados Unidos. Dentro de ella, The Depository Trust Company (DTC) actúa como depositario central de la mayoría de las acciones, ETFs y bonos del Tesoro.
El reciente no-action letter del personal de la SEC no autoriza una revolución, sino un piloto controlado. DTC permitirá que ciertas posiciones ya custodiadas se representen como tokens y se muevan entre direcciones blockchain aprobadas, mientras sus propios libros siguen siendo la fuente de verdad.
La palabra clave es entitlement.
El token no redefine legalmente el valor, sino que representa digitalmente el derecho que ya tiene un participante de DTC. El activo sigue existiendo en la infraestructura tradicional; el token solo habilita un rail operativo alternativo.
Reversibilidad: el “botón de deshacer” que incomoda al mundo cripto
A diferencia del ethos cripto nativo, este sistema no es irreversible por diseño. DTC deja claro que debe poder revertir transferencias ante errores, pérdida de tokens o mala conducta.
Los tokens solo pueden moverse entre Registered Wallets, previamente aprobadas, y DTC define requisitos objetivos y públicos para las blockchains soportadas. Además, se incorporan mecanismos para evitar el doble gasto, como la quema obligatoria del token cuando el derecho vuelve al libro tradicional.
Esto no es un bug, es la condición de posibilidad.
Una infraestructura de mercado no puede operar sin control operativo ni capacidad de corrección.
Activos “aburridos” para una prueba crítica
El set inicial de activos elegibles también es deliberadamente conservador:
acciones del Russell 1000, ETFs de grandes índices y bonos del Tesoro de EE. UU.. Liquidez profunda, estándares claros y riesgo sistémico acotado.
El cronograma es explícito: segunda mitad de 2026, con un permiso inicial de tres años. Suficiente para probar resiliencia, no tanto como para relajarse.
JPMorgan y MONY: el efectivo que faltaba
Tokenizar valores no sirve de mucho si el efectivo no puede comportarse igual. Ahí entra MONY, el fondo de gestión de efectivo on-chain de JPMorgan.
MONY no es DeFi. Es un fondo privado 506(c), accesible solo para inversores calificados, que invierte en Treasuries y repos colateralizados, pero emite tokens que viven en Ethereum.
Es, en esencia, un money market fund tradicional, pero con forma de token:
yield, liquidez diaria y reglas claras, sin pretender ser permissionless.
El fondo arrancó con $100 millones, con mínimos altos y distribución a través de Morgan Money, dejando claro que la primera ola de tokenización no es retail, sino institucional.
El encaje: valores tokenizados + efectivo on-chain
Aquí está la pieza que faltaba.
DTCC construye el carril para mover derechos sobre valores de forma tokenizada, bajo supervisión.
JPMorgan pone un equivalente de efectivo con rendimiento que puede moverse on-chain sin romper políticas de tesorería.
El resultado no es “acciones en tu wallet”, sino algo más sutil y operativo:
menos fricción entre el efectivo y el valor, menos cortes horarios y menos retrasos artificiales.
2026 como punto de inflexión operativo
Lo primero que probablemente verán los brokers no serán acciones tokenizadas para el público, sino productos de cash sweep, colateral móvil y mejoras internas de settlement. El usuario final seguirá interactuando con su broker; la blockchain quedará oculta bajo la interfaz, como hoy lo está la cámara de compensación.
Las instituciones entran primero porque pueden registrar wallets, integrar custodia y convivir con allowlists y auditorías. El acceso minorista, si llega, será indirecto y tardío.
La promesa que venden DTCC y JPMorgan no es velocidad sin reglas, sino velocidad con control. Tokens que se mueven, pero dentro de un perímetro claro. Efectivo on-chain que rinde, pero sigue siendo “respetable” para una mesa de tesorería.
Si el piloto funciona, el cambio no será espectacular. Será más incómodo para la narrativa, pero mucho más relevante: el tiempo muerto entre efectivo y valores dejará de ser una característica estructural del mercado.


