El actual ciclo alcista de las criptomonedas ha roto récords en precio, pero no en emoción. Bitcoin marca máximos históricos, sí, pero el resto del ecosistema luce agotado, desorientado y sin la euforia que solía caracterizar los rallies pasados.
El gráfico de Robuxio, que compara los rendimientos acumulados de las 50 principales monedas de futuros en Binance frente a Bitcoin, lo refleja con crudeza: mientras BTC se mantiene estable y en ascenso, la mayoría de los tokens alternativos han colapsado más de un 90% desde sus picos.
Un ciclo dominado por instituciones
Según el analista Crypto Birb, esta es la primera corrida alcista dominada por Wall Street. Gigantes como BlackRock, Fidelity y Goldman Sachs no llegaron para especular, sino para apropiarse de la infraestructura: custodia, redes de tokenización y liquidez.
Lo que para los medios suena como adopción institucional, para los veteranos del ecosistema se siente como extracción a gran escala.
“El dinero inteligente tomó lo que tenía valor. Bien por ellos”, afirma Birb.
El resultado: un mercado más ordenado, pero menos libre. Los fondos corporativos reemplazaron a los degens, y la especulación minorista que daba vida al sector parece haber desaparecido.
Memecoins: del chiste al desastre
Mientras las instituciones se consolidaban, las memecoins se apoderaron del relato cultural.
Tokens sin utilidad desde ranas y perros hasta políticos caricaturizados convirtieron al mercado en una lotería viral sin salida.
Cada semana un nuevo “proyecto comunitario” atraía inversores, y cada semana miles de ellos quedaban atrapados en pérdidas del 90%.
El fenómeno, lejos de ser marginal, distorsionó la percepción pública de la Web3: lo que comenzó como sátira terminó definiendo toda la narrativa de 2024 y 2025.
La ironía se transformó en tragedia financiera.
El entorno macro: un freno global
En el frente macroeconómico, las políticas de Trump, combinadas con altas tasas de interés y un dólar fortalecido, sofocaron la liquidez.
Las nuevas tarifas comerciales con China provocaron caídas del 20% en las bolsas, y los flujos de capital hacia activos de riesgo como las criptomonedas se redujeron drásticamente.
La paradoja es evidente: el gobierno más “pro-cripto” de la historia terminó enfriando el entusiasmo minorista.
Con el crédito caro y el consumo débil, la narrativa del “bull market eterno” se convirtió en una prueba de resistencia emocional.
Bitcoin: el sobreviviente
Pese a todo, Bitcoin sigue en pie, fortalecido por su madurez institucional y su papel como activo soberano digital.
Los datos de a16z confirman que su adopción ya no depende del hype, sino de la integración macro y regulatoria.
Mientras los tokens alternativos se hunden, Bitcoin mantiene un comportamiento más propio de un sistema financiero estable que de un activo especulativo.
En palabras de Crypto Birb:
“Nos jugamos solos. Esta es la consecuencia de haber elegido el hype sobre la utilidad.”
El mercado que creció, pero sin alma
Este ciclo será recordado no por su euforia, sino por su sobriedad.
El ecosistema aprendió a sobrevivir sin la adrenalina de los “100x”, pero también perdió algo en el camino: su espíritu descentralizado y rebelde.
Bitcoin emerge como símbolo de madurez; el resto, como recordatorio de lo que se sacrifica cuando la innovación se convierte en espectáculo.
Tal vez este bull run no vino a hacer millonarios, sino a enseñar por qué seguimos aquí

Un ciclo dominado por instituciones
