Todo apunta a que 2026 será el año en que los ETFs cripto de índices desplacen al modelo de producto de un solo activo, impulsados por un cambio regulatorio clave y por una necesidad práctica de los grandes gestores de capital.
El dinero ya eligió el vehículo
Desde enero de 2024, los ETFs cripto al contado en Estados Unidos han captado más de 70.000 millones de dólares en flujos netos, consolidándose como el principal punto de entrada del capital tradicional al ecosistema de blockchain y criptomonedas. Productos ligados a Bitcoin, Ethereum y, más recientemente, Solana y XRP demostraron que una parte significativa de los inversores solo está dispuesta a exponerse a cripto mediante estructuras reguladas similares a las que ya utilizan para acciones y bonos.
Un estudio reciente de Schwab Asset Management refuerza esta tendencia: el 45% de los inversores en ETFs planea comprar ETFs cripto, una cifra que ya iguala el interés por los fondos de renta fija. El dato es relevante no solo por su magnitud, sino porque revela que el debate dejó de ser marginal dentro de las carteras tradicionales.
La SEC y el fin del dilema “solo Bitcoin”
El escenario se complica —y a la vez se transforma— por la expectativa de que la SEC apruebe más de 100 nuevos ETFs cripto en los próximos meses. Para los wealth managers, esto implica un cambio estructural: la decisión ya no será “tener o no Bitcoin”, sino elegir entre decenas de productos de activo único, cada uno con riesgos, narrativas y ciclos distintos.
Matt Hougan, CIO de Bitwise, lo resumió con claridad: muchos inversores tradicionales no tienen una tesis fuerte sobre descentralización ni sobre “Ethereum versus Solana”. Lo que buscan es exposición amplia al mercado, algo cada vez más difícil de lograr en un escaparate saturado de ETFs especializados que requieren un nivel de due diligence que muchas plataformas de asesoría no están diseñadas para asumir.
La solución: ETFs cripto de índices
En ese contexto, el mercado comienza a girar hacia los ETPs cripto de índices, vehículos que agrupan múltiples tokens en un solo instrumento cotizado. El punto de inflexión llegó en septiembre, cuando Grayscale lanzó el Grayscale CoinDesk Crypto 5 ETF, considerado el primer fondo cripto multi-activo estructuralmente sólido en EE. UU.
Desde entonces, la oferta se amplió con productos como BITW de Bitwise, el FTSE Crypto 10 Index ETF (TTOP) de 21Shares y su versión ex-Bitcoin (TXBC), además de alternativas de Hashdex y Franklin Templeton. Para Roxanna Islam, directora de investigación sectorial en VettaFi, esta evolución replica lo ocurrido en los mercados accionarios, donde los inversores migraron de stock picking a fondos indexados a medida que la clase de activo maduró.
Nate Geraci, presidente de Nova Dius Wealth, coincide y se declara altamente optimista respecto a la demanda de estas canastas, destacando que ofrecen una solución “one-click” para quienes buscan exposición sin el ruido de la selección individual de tokens.
Cómo se construyen estas canastas
Aunque se presentan como diversificadas, la mayoría de los ETFs cripto de índices termina manteniendo una composición muy similar. Sus metodologías suelen basarse en capitalización de mercado ajustada por liquidez, lo que concentra gran parte del peso en Bitcoin y Ethereum.
El Grayscale Digital Large Cap Fund (GDLC) es ilustrativo: cerca del 75% del portafolio está en BTC, alrededor de 15% en ETH, y el resto se reparte en participaciones menores, como XRP (~5%), Solana (casi 3%) y Cardano (algo más de 0,5%).
Un análisis comparativo de Bloomberg Intelligence muestra que, en seis de las principales canastas del mercado, Solana y Cardano aparecen en todas. La presencia de Cardano resulta llamativa, considerando que no cuenta con un ETF spot propio en EE. UU. y queda rezagada frente a Ethereum y Solana en rendimiento y narrativa. Sin embargo, su inclusión responde a criterios objetivos: es el décimo mayor criptoactivo por capitalización, con más de 13.000 millones de dólares, lo que le asegura una cuota estable de flujos pasivos.
Costos, fricciones y riesgos
La simplicidad de un solo ticker tiene un precio. Muchos de estos productos cobran comisiones superiores al 0,5% anual, frente a cerca de 0,25% en ETFs spot de Bitcoin y apenas unos puntos básicos en índices bursátiles tradicionales. Esa diferencia refleja el costo de la rebalanciación, un proceso especialmente complejo en mercados cripto con liquidez decreciente fuera del top 3 de activos.
Además, la transparencia de las metodologías y calendarios de revisión permite que operadores profesionales anticipen compras y ventas forzadas, lo que puede llevar a que los fondos compren en fortaleza y vendan en debilidad para seguir su benchmark.
Desde el punto de vista del riesgo, la diversificación no siempre implica menor volatilidad. Datos históricos muestran que Bitcoin suele ser menos volátil que plataformas de contratos inteligentes como Ethereum o Solana. Por ello, en índices ponderados por capitalización, las asignaciones menores a estos activos aumentan el beta del portafolio en lugar de actuar como amortiguador. En mercados alcistas esto puede potenciar retornos; en fases bajistas, acelera las caídas.
El escenario base para 2026
Pese a la preferencia actual por “ganadores” individuales, los emisores apuestan a un cambio de comportamiento. James Seyffart, analista de ETFs en Bloomberg Intelligence, anticipa que los ETPs cripto de índices serán una de las principales categorías de captación de activos en 2026.
Si los flujos de ETFs cripto en EE. UU. el próximo año igualan el ritmo actual —más de 47.000 millones de dólares según CoinShares—se estima que entre 2% y 10% podría canalizarse hacia productos indexados, lo que implicaría entradas de entre 940 millones y 4.700 millones de dólares.
Para Islam, el movimiento no será ideológico sino operativo: a medida que la oferta de productos se vuelva inmanejable, los índices se impondrán por necesidad. En ese escenario, los fondos que dominen 2026 no serán los de mejor rendimiento puntual, sino aquellos que logren integrarse en los model portfolios de las grandes firmas de asesoría, donde las asignaciones se vuelven estructurales y los flujos, sistemáticos.


