La consulta pública lanzada por MSCI en octubre sobre el tratamiento de las llamadas digital asset treasury companies llega en un momento crítico: el ecosistema institucional de Bitcoin ha cambiado más en dos años que en toda la década anterior. Con los ETF spot superando los 100.000 millones de dólares bajo gestión, con mineras convertidas en vehículos de exposición indirecta y con un nuevo grupo de empresas cotizadas que acumulan BTC en sus balances como estrategia primaria, la pregunta de fondo es inevitable: ¿estamos ante compañías operativas o ante fondos disfrazados de empresas?
MSCI propone una regla aparentemente técnica, pero con consecuencias profundas. El índice evalúa excluir de sus Global Investable Market Indexes a cualquier compañía cuyos activos digitales superen el 50% de su balance, o que se defina explícitamente como una empresa de tesorería cripto. La consulta estará abierta hasta el 31 de diciembre, con decisión prevista para el 15 de enero e implementación tentativamente fijada para febrero de 2026.
La motivación oficial es simple: determinar si estas compañías se comportan más como fondos de inversión que como empresas operativas tradicionales, en cuyo caso no deberían incluirse en índices accionarios diseñados para reflejar la actividad corporativa.
Pero detrás de esta frase hay un terremoto.
Un potencial shock de miles de millones
El análisis de JPMorgan estimó que, solo en el caso de Strategy (la mayor empresa de tesorería Bitcoin del mundo), alrededor de 9.000 millones de dólares están en manos de vehículos pasivos ligados a índices. Si MSCI la excluyera por su alta proporción de BTC en balance, unos 2.800 millones deberían liquidarse de inmediato. Si otros proveedores —como Russell o FTSE— imitan la regla, los flujos forzados podrían superar los 8.800 millones.
Para una acción cuyo valor depende de la percepción de liquidez, este tipo de ventas mecánicas puede causar más daño que cualquier movimiento del mercado cripto.
No es casual que la mera publicación del análisis desatara debates sobre front-running, llamados a boicotear a JPMorgan y discusiones intensas sobre si estas compañías aún pueden considerarse acciones tradicionales.
Un sector que creció demasiado rápido
El trasfondo es la explosión del modelo de tesorería Bitcoin. Un informe de DLA Piper en octubre de 2025 documentaba el fenómeno: más de 200 empresas estadounidenses ya utilizan estrategias de tesorería basadas en activos digitales, con una capitalización bursátil colectiva cercana a los 150.000 millones de dólares y más de 115.000 millones en cripto en sus balances. Solo un año antes, esa cifra era de alrededor de 40.000 millones.
Para fondos institucionales con restricciones de mandato, estas acciones habían funcionado como un atajo: podían exponerse a Bitcoin sin comprar Bitcoin. Pero este “proxy” tiene defectos estructurales. Muchas de estas empresas se financiaron con notas convertibles y ampliaciones de capital, lo que las obliga a vender BTC si su precio bursátil cae por debajo del valor de sus reservas.
En otras palabras, cuando la acción se debilita, la empresa se convierte en un vendedor forzoso de Bitcoin.
La competencia de los ETF cambia el escenario
La irrupción de los ETF spot de Bitcoin alteró el panorama. IBIT de BlackRock superó los 100.000 millones de dólares bajo gestión y controla cerca del 7% del suministro circulante. Estos vehículos ofrecen exposición directa, regulada y sin los riesgos de balance que sí cargan las empresas de tesorería.
El flujo natural de capital institucional está migrando hacia ellos. MSCI, con su posible exclusión, acelera esta tendencia.
Para Bitcoin, la rotación puede ser neutral o incluso positiva: si las ventas forzosas de acciones son compensadas por compras de ETF, el efecto final puede estabilizar la exposición. Para las empresas de tesorería, en cambio, es un golpe directo a su liquidez y a su capacidad para seguir acumulando.
Riesgos de liquidez y efectos en cadena
El posible cambio metodológico tiene tres consecuencias principales:
Flujos pasivos saliendo de estos valores, reduciendo su base accionaria estable.
Mayor presión para que empresas sobreapalancadas liquiden BTC, especialmente las más pequeñas.
Concentración de la exposición institucional en ETF, que adoptan un rol dominante en la infraestructura financiera de Bitcoin.
Strategy afirma que no venderá BTC para mantenerse dentro de los límites propuestos por MSCI y que se reposicionará como una compañía de financiación estructurada respaldada por Bitcoin. Pero muchas empresas más pequeñas no podrán resistir esa presión.
El dilema para los índices y para Bitcoin
MSCI plantea una pregunta profunda: ¿dónde debe residir la beta de Bitcoin dentro de los mercados tradicionales?
Las opciones son tres:
En ETF spot, con reglas claras y exposición directa.
En mineras, con correlaciones imperfectas y ciclos operativos propios.
En empresas de tesorería, que funcionan como fondos de Bitcoin pero con volatilidad bursátil añadida.
La respuesta determinará quién controla la liquidez, cómo se reparte el riesgo y qué actores institucionales terminarán clasificando como “puertas de entrada” al ecosistema Bitcoin.
La consulta parece técnica, pero su impacto es estructural: podría redefinir cómo se canaliza la exposición institucional hacia Bitcoin durante el próximo ciclo de mercado.


