Standard Chartered sacudió el tablero al elevar su proyección para ETH: ahora ve USD 7,500 para fines de 2025, desde una estimación anterior de USD 4,000. Su argumento: una creciente demanda institucional vía ETFs y tesorerías corporativas, más el peso de las stablecoins (muchas operando sobre Ethereum) y tarifas de red que empiezan a escalar.
Mientras tanto, Citigroup adopta un tono más comedido y estima un objetivo de USD 4,300, advirtiendo que parte del repunte reciente se sustenta en expectativas elevadas más que en actividad real de red. Este contraste evidencia un mercado aún dividido entre optimismo y cautela.
Otro paso concreto que agita el ecosistema: la empresa FG Nexus cerró recientemente una ampliación privada de USD 200 millones para ubicarse como vehículo institucional con estrategia de tesorería en ETH. La firma planea tokenizar sus acciones comunes y preferidas directamente en Ethereum, permitiendo que inversionistas electivos mantengan versiones on-chain de sus participaciones. Es un movimiento que refuerza la narrativa de que la tokenización de acciones ya no es un experimento, sino una ventana concreta al cruce entre finanzas tradicionales y blockchain.
En otros planos se advierte presión. Hay posiciones cortas (apostar a que Ether bajaría) han sido relativamente rentables en ciertos momentos de 2025, lo que implica que el mercado está más sensible a retrocesos que a extensiones agresivas. Por otro lado, algunos análisis comparativos señalan que blockchains como Solana capturan atención por su eficiencia en velocidad y costos, lo que plantea un desafío para Ethereum: mantener su liderazgo frente a redes más ligeras y rápidas.
Lo que observamos
Ethereum limpió el vacío de liquidez que había quedado en los retrocesos previos y rebotó con fuerza desde los 3.900 USD, dejando claro que la demanda sigue activa. Ese rebote no solo cubrió el desequilibrio (“imbalance”) pendiente, sino que además confirmó que los compradores institucionales defendieron la zona crítica.
El rechazo a las caídas y la rápida recuperación reflejan presión compradora acumulada, una señal inequívoca de interés sostenido. La salida de la zona de acumulación en julio fue el gatillo del nuevo tramo alcista, y la cotización actual —por encima de la MA200 semanal— consolida el cambio de régimen de mercado.
En el corto plazo, la resistencia inmediata está en los 4.800–5.000 USD, un nivel psicológico y técnico relevante que coincide con el 100% de la onda A. Superarlo con volumen validaría la proyección hacia los 6.050 USD, extensión técnica de la figura de Hombro–Cabeza–Hombro invertido activada en el primer semestre.
Por debajo, la zona de 3.900–4.000 USD se transformó en soporte estructural de validación. Mantener ese rango refuerza la narrativa alcista; perderlo abriría espacio para una corrección hacia 3.500–3.600 USD, que sigue siendo compatible con la tendencia de fondo.
El perfil de volumen (VPVR) muestra un vacío hasta los 5.000 USD, lo que sugiere que, si ETH logra romper esa barrera, el avance podría ser rápido. Y, en un contexto global de mayor aversión al riesgo, Ethereum está comenzando a diferenciarse como refugio dentro del universo cripto, un activo que combina adopción, validación institucional y resiliencia técnica.
ETH vive un momento de equilibrio entre la narrativa y la evidencia. El mercado ya validó la estructura técnica y las proyecciones institucionales suben el listón. Si logra superar la zona de 5.000 USD con volumen, se habilitaría la fase de expansión hacia el objetivo teórico de 6.050 USD. Mientras tanto, mantener el soporte de 3.900–4.000 USD es esencial para preservar la confianza de los compradores y consolidar este ciclo que, todo indica, recién está madurando.
Columna con fines informativos. No representa asesoramiento financiero.