Bitcoin alcanzó un nuevo pico anual de $104,900 el sábado por la noche, quedando apenas un 4% por debajo de su máximo histórico, impulsado por una combinación de factores macroeconómicos, políticos y estructurales. El detonante más inmediato fue un mensaje publicado por el expresidente Donald Trump, quien anunció “grandes progresos” en las conversaciones comerciales entre EE. UU. y China, lo que generó un cambio inmediato en el sentimiento global de los mercados.
Desde principios de semana, Bitcoin ya mostraba señales de fortaleza, pero fue la percepción de distensión geopolítica —junto a un entorno de baja inflación y flexibilidad monetaria por parte de la Reserva Federal— lo que aceleró el impulso alcista. Lo que estamos presenciando no es un repunte especulativo, sino una construcción técnica sobre pilares cada vez más robustos.
Trump y el nuevo optimismo comercial
En su plataforma Truth Social, Trump escribió:
“Una reconfiguración total negociada de forma amigable pero constructiva. ¡GRAN PROGRESO!”
El tono conciliador y la intención de abrir los mercados chinos a empresas estadounidenses fueron leídos por los mercados como una señal de descompresión del riesgo sistémico global. Activos como Bitcoin, altamente sensibles al contexto macro y a la percepción de estabilidad, reaccionaron de inmediato con renovado apetito de compra.
Fed, inflación y el entorno de “opcionalidad monetaria”
En paralelo, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, reiteró que el banco central está dispuesto a bajar tasas si las condiciones lo justifican, pero sin urgencia inmediata. Esta postura, denominada por analistas como “régimen de opcionalidad”, elimina el miedo a un endurecimiento monetario, pero deja abierta la puerta a estímulos si es necesario.
Este equilibrio perfecto —ni restrictivo ni laxo— ha creado un escenario ideal para activos como Bitcoin. Según analistas institucionales, la ruptura por encima de los $100,000 es limpia, no impulsada por apalancamiento, sino por acumulación real y flujos sostenidos de capital.
ETF, fundamentos técnicos y escasez programada
Uno de los pilares que sustenta este movimiento es el desempeño de los ETFs spot de Bitcoin en EE. UU., que esta semana acumularon más de $1.000 millones en flujos, con $920 millones netos positivos en solo cinco días. BlackRock lidera con su producto iShares Bitcoin Trust, que ya hilvana 19 jornadas consecutivas de entradas positivas.
Además, el contexto técnico es sólido:
El open interest está alto pero sin señales de euforia.
El funding se mantiene neutral.
Los saldos en exchanges siguen cayendo.
La acumulación on-chain de holders de largo plazo se ha reactivado.
En palabras de Bitfinex:
“Esto no es un melt-up. Es un movimiento estructuralmente respaldado.”
Adopción corporativa: la segunda ola del Bitcoin institucional
Paralelamente, nuevos actores se suman a la carrera de acumulación. Esta semana, se anunciaron:
La fusión entre Strive Asset Management y Asset Entities para crear una firma pública centrada en tesorería Bitcoin.
La formación de Nakamoto, con $300 millones en capital inicial para construir una firma de inversión en BTC que cotizará en Nasdaq.
La aparición de Twenty One, respaldada por Cantor Fitzgerald, Tether y SoftBank, con el objetivo de acumular más de 42.000 BTC bajo liderazgo de Jack Mallers.
Estas iniciativas representan una nueva generación de estrategias financieras basadas en Bitcoin, donde la narrativa ya no es solo tecnológica, sino corporativa y monetaria.
Bitcoin no solo reacciona a noticias políticas o movimientos de tasas. Hoy, su impulso es el resultado de un entorno donde la política monetaria, el apetito institucional, y la escasez programada convergen. La estructura del mercado sugiere que, mientras se mantenga la estabilidad macro y continúen los flujos hacia productos regulados, las caídas serán breves y el camino de menor resistencia sigue siendo ascendente.
La pregunta ya no es si Bitcoin tocará su máximo histórico nuevamente. Es cuándo lo hará… y qué pasará después.