La pregunta de si la tokenización de activos podría impulsar un crecimiento tan grande como el que trajo Internet en los años 90 ya no es solo una curiosidad tecnológica. Cada vez más líderes del sector financiero consideran que sí, y entre ellos destacan Larry Fink y Rob Goldstein, dos de las figuras más influyentes de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo.
Ambos ejecutivos comparan el momento actual de la tokenización con el Internet de 1996. En ese entonces, plataformas hoy gigantes, como Amazon, apenas estaban dando sus primeros pasos. La idea es simple pero poderosa: estamos ante una tecnología joven, poco comprendida, pero con un potencial enorme para transformar industrias completas.
¿Qué es la tokenización y por qué importa?
Para entender esta tendencia, primero conviene explicar de manera sencilla qué significa tokenizar un activo.
Tokenizar es representar un bien —dinero, acciones, inmuebles, materias primas o incluso arte— mediante un token digital registrado en una blockchain.
Ese token funciona como un comprobante digital de propiedad o participación. Gracias a ello, la compra, venta o transferencia del activo puede hacerse más rápido, con menos intermediarios y con registros transparentes y automáticos.
En otras palabras, la tokenización permite que el valor se mueva por Internet igual que los mensajes o los archivos, algo impensable hace apenas unos años.
De promesa cripto a herramienta financiera global
Durante mucho tiempo, la tokenización estuvo asociada al mundo de las criptomonedas y a la especulación. Sin embargo, figuras como Fink y Goldstein destacan que esta tecnología ha dejado atrás esa imagen para entrar de lleno en su fase más práctica.
Según ellos, la tokenización puede acelerar las transacciones, reducir errores, abaratar costos, abrir mercados y crear nuevas oportunidades de inversión, incluso para personas que hoy tienen acceso limitado a productos financieros.
Un ejemplo muy sencillo:
— Comprar una participación en un fondo o en un bono podría tardar segundos en lugar de días.
— Enviar dinero entre países sería tan rápido como enviar un correo electrónico.
— Las inversiones podrían fraccionarse, permitiendo que más personas participen con montos pequeños.
El papel de la regulación en este nuevo escenario
Aunque el entusiasmo es grande, los líderes de BlackRock hacen énfasis en algo crucial: la tokenización solo crecerá de forma segura si existe un marco regulatorio claro.
Eso incluye reglas para:
Proteger a los inversores
Garantizar que los sistemas sean seguros
Asegurar la interoperabilidad entre lo tradicional y lo digital
Evitar abusos o manipulaciones
La tecnología avanza rápido, pero la confianza es la base de cualquier mercado. Sin regulación adaptada, la adopción masiva sería mucho más lenta.
BlackRock ya se mueve: el fondo BUIDL marca el camino
El interés de BlackRock no se queda en declaraciones. En 2024 la firma lanzó BUIDL, un fondo de mercado monetario completamente tokenizado. Este producto permite a instituciones invertir en dólares estadounidenses, pero con la eficiencia de una blockchain.
El resultado ha sido notorio:
— El fondo ya supera los 2.3 mil millones de dólares en activos.
— Se ha convertido en el producto tokenizado más grande de Estados Unidos.
— Opera en varias blockchains, demostrando que la interoperabilidad es posible.
Aunque el valor total del fondo ha sufrido una caída reciente, sigue siendo el referente del sector y un ejemplo de cómo la tokenización está empezando a operar en la economía real, no solo en el mundo cripto.
¿Un nuevo boom tecnológico en camino?
Si las predicciones de Fink y Goldstein se cumplen, la tokenización podría seguir una trayectoria similar a la de Internet: crecimiento lento al principio, seguido de una expansión explosiva cuando las aplicaciones prácticas se vuelvan masivas.
El escenario que dibujan es uno donde las finanzas son más eficientes, más accesibles y más globales. Una economía donde cualquier persona, desde cualquier lugar, pueda participar en mercados que antes estaban reservados a unos pocos.
Hoy estamos en los primeros pasos, como en 1996. Pero la historia demuestra que, cuando una tecnología permite que la información —o el valor— fluya con más libertad, los cambios suelen ser profundos.


