Las stablecoins han dejado de ser un vehículo de conveniencia dentro del trading cripto y se han convertido en un componente estructural del sistema monetario global digital. Nuevos datos muestran que, tras superar los 300.000 millones de dólares en circulación y registrar volúmenes anuales por encima de los 23 billones, el sector atraviesa la fase de mayor expansión y reconfiguración desde su creación.
Lo que comenzó como una herramienta marginal para mover fondos entre Bitcoin y Ethereum ahora opera como una red paralela de dólares que fluye por fuera del sistema bancario tradicional, especialmente en regiones con fragilidades cambiarias.
Europa y EE. UU. redibujan el mapa regulatorio
El salto más notable se ha producido tras la entrada en vigor de los nuevos marcos regulatorios en economías avanzadas.
En la Unión Europea, la implementación de MiCA consolidó un estándar obligatorio para emisores, eliminando incertidumbre jurídica y obligando a reservas más transparentes. Tras su entrada en vigor, emisores como EURC y EURS duplicaron su capitalización combinada y ganaron presencia en plataformas de pago reguladas.
Del otro lado del Atlántico, Estados Unidos avanzó con el GENIUS Act, la primera propuesta federal que regula de forma explícita la emisión de stablecoins respaldadas en dólares. El marco abre la puerta a bancos y entidades no bancarias para emitir tokens con respaldo en efectivo y bonos del Tesoro, segregando reservas y otorgando derechos de redención claros.
Según analistas, esta legislación convierte a EE. UU. en el territorio “más escalable y pro-emisor” del mundo y sienta las bases para que los activos estables se integren directamente en infraestructuras financieras tradicionales.
El dólar digital ya domina las economías emergentes
Mientras tanto, las cifras recopiladas por organismos multilaterales muestran que la adopción más profunda está ocurriendo lejos de Europa y EE. UU.
Nuevos datos del Fondo Monetario Internacional confirman que las transferencias transfronterizas en stablecoins superaron por primera vez el volumen combinado de Bitcoin y Ethereum en 2025. La región de mayor actividad es Asia, seguida por un crecimiento acelerado en África, América Latina y Medio Oriente.
En Nigeria, Turquía y Argentina —países marcados por inflación crónica o controles de capital— USDT se ha transformado en un instrumento cotidiano para ahorro y pagos. En Argentina, estudios de fintech locales revelan que usuarios jóvenes emplean stablecoins como sustituto del sistema bancario para preservar valor diario.
El fenómeno genera efectos macroeconómicos tangibles: según Standard Chartered, bancos de países emergentes podrían perder hasta 1 billón de dólares en depósitos conforme los ahorristas migren hacia stablecoins respaldadas por T-bills estadounidenses.
Los emisores, particularmente Tether, se han convertido sin proponérselo en proveedores mayoristas de dólares digitales para economías periféricas.
El impacto silencioso en el mercado de bonos del Tesoro
Con el crecimiento del sector, los emisores se han configurado como nuevos actores relevantes en el mercado de deuda estadounidense.
Al mantener sus reservas mayoritariamente en bonos a corto plazo, las stablecoins se han convertido en compradores estables del tramo más líquido del Tesoro. El FMI estima que cada incremento de 3.500 millones de dólares en emisión puede reducir hasta dos puntos básicos los rendimientos de letras de corto plazo.
Si la industria alcanza los 2 o 3,7 billones de dólares proyectados para 2030, los emisores podrían convertirse en actores gravitantes del mercado monetario global.
Fricciones regulatorias y riesgos estructurales
A pesar del avance, el mapa normativo sigue fragmentado:
Japón limita la emisión a bancos y fiduciarias.
Reino Unido propone un modelo híbrido supervisado por el Banco de Inglaterra.
La UE restringe el pago de intereses y exige reservas de alta liquidez.
Singapur, Hong Kong y Emiratos Árabes buscan atraer emisores institucionales.
Pero la pieza que más preocupa a los organismos internacionales no es el marco legal, sino su desigual velocidad frente al avance tecnológico. La adopción masiva en países sin infraestructura regulatoria firme podría amplificar riesgos como fuga de capitales, sustitución monetaria y dependencia creciente del dólar digital.
Un borde monetario que avanza más rápido que la regulación
Lo que está ocurriendo es un fenómeno de digitalización espontánea del dólar, liderado no por bancos centrales sino por entidades privadas, distribuidas globalmente y con reservas respaldadas en instrumentos del Tesoro estadounidense.
Los reguladores llaman a este proceso “dolarización digital acelerada”. La tecnología amplifica la tendencia: un ciudadano puede abandonar su moneda local en segundos, sin pasar por un banco ni un intermediario regulado.
Esto coloca a las stablecoins en el centro de un debate que ya no es exclusivamente financiero, sino geopolítico.
Mientras emisores y gobiernos definen los contornos del nuevo sistema, una cosa es clara: los activos estables dejaron de ser un apéndice de las criptomonedas y se han convertido en uno de los motores más influyentes del orden monetario digital.


