El expresidente Donald Trump ha intensificado su presión pública sobre la Reserva Federal (Fed), exigiendo una reducción inmediata de las tasas de interés. Su afirmación de que «ya no hay inflación» y que los consumidores están finalmente recibiendo alivio ha encendido un nuevo capítulo en la larga tensión entre política y economía. Sin embargo, los recientes datos de empleo en Estados Unidos pintan un panorama mucho más complejo y contradictorio, que complica cualquier acción precipitada del banco central.
Trump ha sostenido que el momento actual es propicio para estimular aún más la economía. Argumenta que los precios de la gasolina, los alimentos y la energía están bajando, al igual que las tasas hipotecarias, mientras que el mercado laboral continúa fuerte. En este contexto, insiste en que mantener las tasas altas carece de sentido. Pero los fundamentos económicos no siempre se alinean con las urgencias políticas.
Un mercado laboral sólido que enfría el entusiasmo por un recorte
El informe laboral correspondiente a abril muestra que las nóminas no agrícolas crecieron en 177.000 empleos, superando las expectativas del mercado. La tasa de desempleo se mantuvo en 4,2%, dentro del rango estrecho observado desde mediados de 2024. Este desempeño reafirma la fortaleza del mercado laboral estadounidense, especialmente en sectores como salud, transporte, actividades financieras y asistencia social. A contramano, el empleo en el gobierno federal mostró una leve caída.
Estos datos refuerzan la noción de que la economía sigue creciendo con dinamismo. Para la Reserva Federal, el mercado laboral es una señal clave en su tablero de control. Si la contratación se mantiene activa y la tasa de desempleo estable, no hay una justificación técnica urgente para relajar la política monetaria. Muy por el contrario: un recorte en estas condiciones podría generar señales mixtas o incluso alimentar nuevos focos inflacionarios.
El calendario juega en contra de un recorte anticipado
La próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto está prevista para los días 6 y 7 de mayo de 2025. En esa instancia, la mayoría de los analistas esperan que la Fed mantenga la tasa de referencia entre 4,25% y 4,5%, sin cambios. Sin embargo, todas las miradas ya apuntan al encuentro de junio, programado para el día 18.
El problema para quienes esperan un recorte radica en el tiempo: solo queda un informe de empleo antes de la reunión de junio, lo que reduce el margen para que los indicadores macroeconómicos se deterioren lo suficiente como para justificar una baja. Además, la Fed ha sido enfática: no tomará decisiones impulsivas y necesita evidencia clara de debilitamiento económico antes de actuar.
Expectativas del mercado: ajuste en revisión
Antes del informe laboral de abril, las expectativas de una baja de tasas en junio rondaban el 58%, según el rastreador CME FedWatch. Sin embargo, tras conocerse los nuevos datos, esa probabilidad cayó a aproximadamente 40%. Esto refleja una reconsideración generalizada por parte de los inversores, que ahora ven más probable una pausa prolongada en los ajustes.
El enfoque de la Fed parece inclinarse hacia una política de «esperar y observar». Aun con riesgos geopolíticos y presiones externas como los aranceles impuestos recientemente, el banco central prefiere no correr el riesgo de relajar su postura demasiado pronto. En otras palabras, la Fed no quiere dar por finalizada la lucha contra la inflación antes de tiempo.
Política, percepción y estrategia electoral
El pedido de Trump debe leerse también en clave electoral. Su narrativa apunta a mostrarse como un defensor de los consumidores y del crecimiento, frente a una Fed que él describe como excesivamente cautelosa. Esta estrategia puede sumar apoyo entre votantes preocupados por el costo de vida, pero no necesariamente refleja las condiciones estructurales de la economía.
Desde el punto de vista institucional, la Fed debe proteger su independencia y evitar que sus decisiones parezcan responder a presiones externas. El equilibrio es delicado: actuar demasiado pronto podría socavar la credibilidad del organismo; actuar demasiado tarde, podría sofocar la recuperación o dañar la confianza.
El escenario sigue abierto. Lo único seguro es que los próximos meses serán decisivos no solo para la política monetaria, sino también para la narrativa económica que dominará el año electoral.