En los últimos días, el tono del mercado cambió. La euforia por la “revolución IA” comenzó a toparse con preguntas sobre valoraciones extremas y ritmo real de crecimiento. Figuras como Michael Burry —sí, el inversor que anticipó la crisis de 2008— advierten que el ciclo actual de exuberancia podría estar agotando combustible. Su postura funciona como un recordatorio incómodo: cuando todos creen que nada puede salir mal, suele ser el momento en que algo empieza a hacerlo.
Bitcoin, por ahora, refleja ese equilibrio frágil. El flujo institucional sigue presente, pero las entradas netas en ETFs y fondos spot se han moderado. Algunos grandes inversores, lejos de abandonar el mercado, simplemente están tomando ganancias y reservando liquidez ante un escenario que luce cada vez más incierto.
La narrativa alcista sigue viva —halving superado, adopción creciente, fundamentos sólidos—, pero el sentimiento general parece desinflarse lentamente, arrastrado por la corrección de las acciones tecnológicas y la rotación de capital hacia activos considerados más “seguros”.
La correlación de Bitcoin con la bolsa ya no es teórica, es tangible. Cuando el S&P y el Nasdaq se estiran en exceso, BTC tiende a moverse con ellos; cuando la duda aparece, el retroceso también lo alcanza.
Para los inversores, este es un momento de observación, no de euforia.
Conviene distinguir entre fortaleza estructural (uso real, infraestructura, participación institucional) y momentum especulativo (apalancamiento, liquidez sobrante, hype). Bitcoin mantiene la primera, pero padece la segunda: el precio está en zona de soporte, la narrativa en pausa, y la convicción institucional, aunque firme, se ha vuelto prudente.
La estrategia adecuada no pasa por vender en pánico ni comprar por impulso. Pasa por mantener márgenes de seguridad: liquidez para reaccionar si el mercado corrige, escalonar entradas si surgen caídas adicionales, y no asumir que “esta vez será diferente” porque la IA lo cambia todo.
En realidad, la historia se repite con otro disfraz: exceso de confianza, concentración de capital, y un Bitcoin que, una vez más, parece esperar a que el mercado tradicional termine de despertar.
Hoy, el mensaje para los bitcoiners es simple: la calma no es confirmación, es advertencia.
Estamos en el “silencio antes del próximo estallido”. Y aunque nadie sabe si ese estallido será hacia arriba o hacia abajo, lo cierto es que solo los que conserven disciplina y perspectiva podrán aprovecharlo cuando finalmente ocurra.
Lo que observamos
El gráfico semanal de Bitcoin (BTC) comienza a mostrar señales claras de agotamiento estructural tras meses de mantener una tendencia sólida. La ruptura de la línea media del canal ascendente —que había funcionado como soporte dinámico desde 2023— marcó un cambio de fase: esta vez, no hubo reacción compradora significativa, y los intentos de rebote ni siquiera lograron recuperar la media corta. Esa falta de impulso confirma una pérdida real de momentum, propia de mercados que pasan de expansión a corrección.
El precio acumula ya varias semanas por debajo de la media de 21 semanas, algo que en ciclos anteriores anticipó caídas adicionales del 20 % al 35 %. El volumen acompaña esa lectura: en los máximos de la última onda Y se vio un patrón de distribución clásica —precios más altos con volumen decreciente— y desde entonces no ha aparecido un flujo comprador relevante. Bitcoin desciende, literalmente, por inercia vendedora, sin la capitulación típica que marque piso definitivo.
El cruce bajista de las medias móviles confirma el deterioro del impulso. A diferencia de otras correcciones (como marzo de 2024), el ángulo de apertura es más amplio, lo que sugiere una fase bajista prolongada, con las medias actuando como resistencia móvil. Es una transición clara de distribución a corrección estructural.
La zona de 75.000 USD emerge como confluencia técnica crítica: allí coinciden el 0.618 de Fibonacci, la base del canal ascendente y la media de 200 semanas, niveles históricamente defendidos por grandes compradores institucionales. Ese rango podría convertirse en “zona de equilibrio del ciclo”, donde el mercado busque oxígeno antes de redefinir tendencia.
El contexto macro refuerza esta lectura: la fortaleza del dólar, el modo defensivo de los mercados tras la última decisión de la FED y la salida de capital de activos volátiles amplifican el ajuste de BTC. No se trata solo de un retroceso técnico, sino también de una corrección sincronizada con un entorno de liquidez global más restrictiva.
El mercado sigue sin una señal de piso creíble. Para pensar en reversión, haría falta ver divergencia alcista en volumen o momentum, una vela de absorción semanal sobre 80–75K, y —sobre todo— un cierre sostenido por encima de la media de 21 semanas (≈110K). Hasta que eso ocurra, el escenario base continúa siendo de consolidación bajista dentro de un ciclo aún más grande de largo plazo.
Columna con fines informativos. No representa asesoramiento financiero.

Lo que observamos
